viernes, 24 de junio de 2016

1 - The Thunderstorm Begins

Los destellos de los relámpagos se veían lejanos en la noche.

Marcos agradeció internamente esa lejanía. Su situación, chapoteando en el agua del Mediterráneo a aquellas horas, no necesitaba más problemas, gracias. Estaba agotado de nadar, pero las farolas del cercano paseo marítimo ya estaban a un tiro de piedra y eso le daba energías. Unos pocos minutos y haría pie en la desierta playa de Mala Bahía (vaya nombre, se dijo). Por supuesto, si no le daba un calambre en una pierna o algo.

Ya era milagroso que hubiera conseguido salir sin un rasguño de su pequeña aventura. Sonrió para sí mientras daba brazadas en las oscurísimas aguas, recordando cómo había escapado por los pelos de la policía de Gibraltar tras su pequeña aventurilla hacía tan sólo unos minutos. No sabía dónde estaba su compañero, y se dijo que probablemente le habrían detenido.

Habría un incidente, por supuesto, y al día siguiente saldrían en los periódicos. "Dirigentes de un partido patriota despliegan un bandera española en lo alto Gibraltar bajo las narices de la policía británica." Chúpate esa, James Bond. Seguro que el secretario general en Madrid les hacía un homenaje, y si habia multas él se encargaría de pagarlas. Era un tío guay, como pocos en España. A ver si esto le daba al menos algún escaño.

Finalmente Marcos hizo pie entre las algas y pudo descansar los brazos un poco. No veía a nadie en toda la playa, ya era bastante tarde. Esperaba quizás encontrarse a la Guardia Civil, pero tenía la esperanza de que si eso pasaba incluso se llevaría alguna felicitación de ellos. Antes de arrestarle, por supuesto: ya les habían advertido en la sede del partido en Madrid de la consecuencia de hacer algo así. Pero pasar una noche en el calabozo, dijeron, fuera en La Línea o en Gibraltar, en manos de policías españoles o ingleses, no era nada en comparación con el golpe mediático que les haría famosos de la noche a la mañana. Y en semana electoral, era demasiado bueno para ser cierto.

 Y ¿qué podían hacer los llanitos? Protestar un poco, llamar al embajador, y comerse la bandera con patatas. ¡Ja! se dijo mientras llegaba a la orilla lamida por las olas. Se sentó en la arena a descansar y por primera vez volvió la mirada hacia La Roca, a un par de kilómetros nada más. Tan cerca y a la vez tan lejos.

¿Dónde tendrían a su amigo? Esperaba que no fueran muy duros con él.

De pronto se sobresaltó: un bulto oscuro se movió a unos metros, en la arena. Abrió mucho los ojos, en máxima tensión por si tenía que huir, pero pronto unos susurros y jadeos le relajaron: sencillamente, una pareja hacía el amor en la playa lejos de miradas curiosas. Casi le dio ganas de reír.

Se levantó para irse de allí; tampoco quería asustarles a ellos. Aunque estuvo a punto de acercarse para contarles lo que acababa de hacer: igual hasta le invitaban a una caña.

Pero se lo pensó mejor y no hizo nada, porque en el fondo tenía sentimientos encontrados. Hasta no saber qué había sido de su amigo, no era momento de celebraciones.

Volvió a mirar al Peñón mientras arrastraba los pies por la arena. Sintió la punzada de la ansiedad. Nunca antes le habia perseguido la Policía. Y allí había hasta militares armados hasta los dientes, recordó. ¿Y si se hubiera encontrado con ellos, en vez de con agentes de tráfico corrientes? Le recorrió un escalofrío.

Se forzó a mantener la calma. Aún le quedaba adrenalina en el cuerpo después de todo el día de vértigo. Tranquilo, Marcos. Ha sido una travesura. Como cuando pintabas grafitis en la Universidad. No pasará nada. ¿Qué es lo peor que pueden hacer esos llanitos?

¿Declararnos la guerra? 

Marcos llegó al paseo marítimo y caminó bajo las farolas.

Mientras, inexorable, se acercaba la tormenta.

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