sábado, 18 de febrero de 2017

11.- We've talked the whole night through

-Hay que suspender las elecciones -dijo el Presidente del Gobierno.

Soraya respiró hondo, sin mirarle inmediatamente. Fijó la mirada y su atención en los informes que tenía delante. Volvió a respirar hondo. Lo que su corazón le pedía en aquel momento, realmente, era volverse hacia el inútil de su jefe y chillarle Estás loco, no podemos hacer eso, se nos comerán vivos, es ilegal y es cobarde pero simplemente respiró hondo una tercera vez.

Los demás ministros y secretarios de Estado, reunidos en la sala de reuniones que albergaba el Gabinete de Crisis, se miraron unos a otros sin decir nada. Quizás estaban demasiado agotados y ojerosos, ya que eran las tres y media de la madrugada, o quizás no querían expresar su opinión en voz alta. Tras unos segundos, fue el ministro del Interior quien primero habló.

-Presidente -dijo-, si te preocupa que las fuerzas de seguridad no vayan a estar preparadas para gestionar una jornada electoral y la situación en Gibraltar, yo puedo asegurarte que ahora mismo están informándome de que todo está coordinado, y no hay ningún problema en...

-No me refiero a eso -el presidente se frotó los ojos, recostándose en su sillón-. El ambiente va a estar enrarecido mañana, cuando las noticias vayan calando en la gente. Puede ser impredecible. Acordaos del día de los trenes.

-Y nos fue muy bien -replicó Soraya, perdiendo un poco su aplomo- con aquel rumor que nos acusó de querer suspender las elecciones. ¿Verdad?

-Es distinto, Soraya -contestó él rápidamente-. Entonces tuvimos varios días y se hizo mal. Hoy no tenemos más que cuatro horas antes de abrir los colegios electorales.

-¿Cómo lo vamos a justificar, entonces? -dijo la ministra de Defensa. Tenía la mesa, como todos, repleta de cafés, informes y papeles, y con las tablets echando humo de e-mails entrantes. A aquellas horas los muertos en Gibraltar se habían quedado en cinco: tres manifestantes y dos policías ingleses, apaleados por la turba. Había incluso informes de disparos, y eso tenía preocupadísimos a los mandos de Interior y Defensa. Además, había heridos por docenas, y quién sabe qué habría pasado si los Royal Marines de la base naval no hubieran llegado allí con los vehículos blindados y los fusiles a poner orden. Las verjas se estaban reconstruyendo a aquellas horas, mientras se atendía a los heridos en hospitales de Algeciras y del Peñón y los expertos en balística rastreaban el lugar. Los verdaderos reproches y mensajes incendiarios vendrían por la mañana, con los comunicados oficiales que llegarían de Londres. El de Madrid ya estaba redactado e impreso frente al Presidente, para leerlo en televisión en una rueda de prensa a primera hora.

-¿Suspenderlas? -dijo el portavoz del Gobierno-. Eso es fácil: se dice que la situación de seguridad es inapropiada y que para proteger el proceso democrático, se retrasan un par de meses, y a tomar por culo. Esas explicaciones dejádmelas a mí, como cada semana con los directores de todos los periódicos, y sé cómo piensan.

-Los de Podemos se nos van a comer -sentenció Defensa-. Con patatas. Van a acusarnos de cosas horribles. ¿No será mejor el remedio que la enfermedad?

El presidente desechó aquello con un movimiento de la mano.
-Más se nos van a comer si la gente va a votar en caliente -insistió.

Todo el mundo miraba a Soraya, como la voz de la razón y la serenidad. El Presidente siempre actuaba de forma más teatral, pero poco realista, y no eran pocos quienes no le tomaban en serio en el partido, y también en el gobierno. Ella pensaba, repasaba sus notas y los informes policiales y militares sobre lo sucedido hacía unas horas, pero casi no miraba lo que en ellos ponía. Pensaba intensamente, y sólo dejaba de pensar cuando escuchaba hablar al presidente, a su lado. Dios. Le ponía de los nervios. Pero no podía dejarlo ver en aquella situación. Seguía reflexionando en cómo salir lo mejor parados de aquello, y que su partido sufriera lo menos posible. Y el país, sobre todo.

Suspender las elecciones por un altercado en la frontera era una absoluta locura y, efectivamente, con todos los amigos que tuviera el chulo del Portavoz, la prensa se los iba a comer, y los partidos de la oposición, especialmente Podemos, a muy pocos puntos de ellos según las encuestas, les iban a satanizar durante todo el día. Poco importaba que fuera día electoral. Pero había que pensar en lo importante. Y lo importante era el futuro del país.

-Hagámoslo -dijo de improviso-. Estoy con el presidente. Escribamos un comunicado rápido para suspender la jornada electoral. Y tú, haz un par de llamadas a los colegios electorales. Nos quedan pocas horas.

-No me gusta -respondió el ministro de Hacienda-. Pero si los dos estáis de acuerdo, a ello. ¿Me puedo ir a dormir, entonces?

Se quedaron los imprescindibles y empezaron a mover los hilos. Mientras el Presidente llamaba al Rey, Soraya suspiró una vez más, recordándose a sí misma qué era lo importante. Y en qué lío se estaban metiendo.

Con suerte, se dijo, uno muy gordo para este inútil.

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